La pandemia de COVID fue experiencia vital de la que todos hemos sacado grandes lecciones. Y, también, ha visibilizado y generado mayor conciencia de algunos aspectos de nuestra vida a los que no hemos dado la prioridad debida. Y uno de los más importantes es la salud mental, empezar a cuidarnos desde lo mental como base para todo lo demás.
Pero esa mayor conciencia que hemos cobrado como individuos debe verse apoyada en una mayor concienciación global. Los problemas psicológicos han sido tradicionalmente opacados, incluso ocultados, por todos los agentes implicados en construir esa necesaria conciencia. Cada vez son más los ciudadanos y colectivos que reclaman una mayor atención a la salud mental a todos los niveles.
Uno de los trastornos más generalizados es la depresión. Se estima que afecta a un 3,8% de la población mundial. A escala global, aproximadamente 280 millones de personas tienen depresión, según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS). No es algo tan aislado como podemos pensar, es, simplemente, que no se hace el esfuerzo por visibilizarlo.
Otro dato: la depresión afecta más a la mujer que al hombre. Las mujeres son aproximadamente dos veces más propensas que los hombres a sufrir depresión. “Existen muchos factores que pueden aumentar el riesgo de depresión en las mujeres”, aseguran desde Clínica Mayo y explican que “algunos cambios de humor y sentimientos de depresión surgen con los cambios hormonales normales. Pero no son los cambios hormonales solos los que causan la depresión. El riesgo más alto de depresión está asociado con otros factores biológicos, características hereditarias, y circunstancias y experiencias de la vida”.
¿Por qué la mujer es más propensa a sufrir depresión? En el aspecto psicosocial, según los expertos, las diferencias en la asignación de roles entre géneros tienen un impacto en la distinta vulnerabilidad de los dos sexos a desarrollar depresión.
En nuestra sociedad, por tradición, los hombres han estado más enfocados en sus objetivos, tanto profesionales como individuales. En cambio, las mujeres han tenido una presión social para responsabilizarse del cuidado de las personas de su entorno. Por ejemplo, a día de hoy, la carga de la conciliación sigue recayendo principalmente en las mujeres. Cuando este tipo de cargas es excesivo, su impacto en la persona puede tener consecuencias para la salud.
Además, a nivel biológico, a lo largo de la vida de una mujer, existen diferentes cambios fisiológicos que pueden tener un impacto en la salud mental: pubertad, síndrome premenstrual, embarazos, posparto o menopausia suponen cambios hormonales que pueden contribuir a que algunas mujeres desarollen síntomas de depresión.
La depresión en España
No hay una cifra exacta para el número de bajas laborales debidas a la depresión en España. Según informes de la Organización Mundial de la Salud, la depresión afecta a uno de cada cinco adultos en España. Además, se estima que el 80 por ciento de los casos de depresión no son diagnosticados y tratados. Estas cifras indican que el número real de bajas laborales debidas a la depresión podría ser mucho mayor.
A nivel personal y laboral, esto tiene un impacto muy grande, llegando, incluso, a poder suponer una incapacidad permanente.
Incapacidad permanente por depresión
El sistema de Seguridad Social en nuestro país considera causa de incapacidad permanente absoluta toda aquella patología, enfermedad o condición que inhabilite a la persona que la padece para la realización de toda profesión.
La depresión puede tener distintos grados y clasificaciones, que van desde los trastornos depresivos reactivos o adaptativos, hasta el trastorno depresivo mayor, que es el considerado más grave, constituyendo este grado el único que puede dar lugar a una incapacidad permanente.
Los síntomas del trastorno depresivo mayor y su intensidad serán los factores que determinen el reconocimiento de una incapacidad permanente. El grado de esta se determinará en función de la duración de la sintomatología, las dificultades que presente el trabajador, la incapacidad que le suponga para sus funciones diarias y el malestar emocional que padezca.
De este modo, nos encontraremos desde casos de incapacidad permanente parcial, de incapacidad permanente total, de incapacidad permanente absoluta por depresión, pudiéndose alcanzar el estado de gran invalidez en los casos en que la persona, además de no poder realizar ninguna actividad laboral, requiera asistencia de otra persona a consecuencia del trastorno depresivo.
Para que sea reconocida una incapacitación por depresión debe seguirse un procedimiento de incapacitación temporal ante la Seguridad Social, y si transcurre un año o la prórroga de esta situación sin que el trabajador reciba el alta, se pasaría entonces a valorar la incapacidad permanente.
Esta valoración será realizada por un tribunal médico, elaborándose un informe psicológico pericial. En función de sus conclusiones, se procederá a la valoración de la discapacidad o grado de minusvalía por un equipo de valoración y orientación, que clasificará el supuesto en alguna de las cinco clases o grados que van desde el 0% (clase I) hasta la gran invalidez (clase V). Entre ambas, la clase II, discapacidad leve (del 1% al 24%); la clase III, discapacidad moderada (25% al 59%); y la clase IV, discapacidad grave (del 60% al 74%).
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