Si vives en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla… o has paseado por sus barrios más antiguos, quizá te hayas fijado en unos carteles a la entrada de muchos edificios con la inscripción “Asegurada de Incendios”.
El significado de este cartel no tiene mayor misterio, indicaba que ese edificio estaba asegurado contra tal eventualidad. El caso es que allá por 1822, no era nada habitual que los edificios estuvieran asegurados contra incendios. Fue entonces cuando se fundó la Sociedad de Seguros Mutuos de Casas de Madrid.
La finalidad de esta mutua era indemnizar a los propietarios de los inmuebles asegurados cuando un incendio devoraba un edificio, algo muy frecuente dada la abundancia de madera en su estructura. Con esta mutua, los propietarios se convertían a la vez en asegurador y asegurado, contando con un fondo de reparación de daños provocados por los incendios.
El reglamento de esta asociación especificaba la colocación en lugar visible de estas placas, para que en caso de siniestro fuera fácilmente identificable.
El caso es que, más allá del éxito que tuvo esta iniciativa privada, que se extendió rápidamente por las grandes ciudades, esos carteles meramente informativos se convirtieron en un reclamo inmobiliario. El hecho de que el edificio perteneciera a la mutua otorgaba inmediatamente mayor valor a la compraventa de los inmuebles respecto a los que no gozaban de este seguro, igual que ocurre ahora con el ascensor o el garaje.
En el número 78 de la calle Pelayo de Madrid hay una de estas placas, muy especial. Está en el edificio que ocupó, de 1952 a 1961, la sede de la Mutua de Automóviles de Alquiler de Madrid, ahora Pelayo Mutua de Seguros.