La tecnología se pone al servicio de la seguridad para hacer de la conducción una experiencia mucho más cómoda y agradable. Un ejemplo de estos avances son los sensores de aparcamiento, dispositivos cada vez más habituales que simplifican la maniobra y facilitan la búsqueda de aparcamiento.
Gracias a estos dispositivos el vehículo es capaz de detectar de manera automática la presencia de obstáculos en su trayectoria, advirtiendo al conductor para que realice las maniobras necesarias. De este modo se reducen los accidentes provocados por la falta de visibilidad y los daños en la carrocería propia o de otros vehículos que pueden elevar la prima de tu seguro de coche.
Sensores de aparcamiento según su modo de funcionamiento
Aunque todos cumplen con la misma función de identificación de obstáculos, no todos los sensores de aparcamiento trabajan del mismo modo. Dependiendo de la tecnología empleada, se pueden distinguir hasta tres tipos de sensores de aparcamiento:
- Sensores por ultrasonido: son unos pequeños círculos instalados en el parachoques del vehículo (normalmente, solo el trasero). Mediante la emisión de ultrasonidos miden la distancia que separa el coche de los objetos y permiten conocer el entorno con mayor precisión.
- Sensores por detección electromagnética: se ubican en la parte interior del parachoques y tienen forma de tiras metálicas. Reconocen alteraciones en el campo electromagnético como consecuencia de la presencia de objetos sólidos y cubren toda la parte trasera del vehículo.
- Cámaras de aparcamiento: no son sensores sino cámaras que directamente ofrecen una visión de lo que está sucediendo en la parte trasera del vehículo. Desde la consola del coche se tiene acceso a estas imágenes y al cálculo de distancias para evitar colisiones.
Aspectos a tener en cuenta si usas sensores de aparcamiento
- Los objetos planos o de dimensiones muy reducidas son difíciles de detectar por un sensor de aparcamiento.
- En condiciones de lluvia, los sensores electromagnéticos pueden ver reducida su sensibilidad.
- La distancia de detección oscila entre los 2 y los 1,5 m, aunque en el caso de los sensores electromagnéticos se puede reducir a 80-70 cm.
- Los sensores emiten señales acústicas de advertencia. Cuanto más se acelera el pitido, más cerca se encuentra el vehículo del obstáculo. El pitido continuo indica que ya no existe más posibilidad de maniobra.