Las aseguradoras como Pelayo pueden resolver a sus clientes una multitud de imprevistos en su día a día. Su función principal es garantizar la tranquilidad de cada uno y de sus familiares de la mejor forma posible. Una póliza adecuada es capaz de facilitar trámites en los medios de transporte, el hogar o los contratiempos vitales. Sin embargo, el miedo no entiende de contratos ni de buenos eslóganes. Y no son pocos los que, recelosos de una realidad pacífica, construyen guaridas a prueba de ataques aéreos, invasiones alienígenas o saludos amables de los vecinos.
Un ejemplo curioso es el de los suizos. En este país alpino, conocido por su neutralidad en las grandes guerras, se calcula que cada uno de sus ocho millones de habitantes podría refugiarse en un búnker antiatómico. Según datos de economía familiar, sus ciudadanos destinan un 20% del presupuesto en seguridad. ¿Por qué estas precauciones en una población acostumbrada al sosiego y la naturaleza? Una de las razones se encuentra en los artículos 45 y 46 de la Ley Federal sobre la protección de los ciudadanos y civil. Estos estatutos dicen que “todos los habitantes deben disponer de un sitio protegido al que puedan llegar rápidamente desde sus casas» y que «los propietarios de inmuebles deben construir y equipar refugios adecuados en todos los nuevos edificios habitables”. A pesar de estas cautelas, pocos son los que en sus quehaceres diarios temen un ataque radiactivo, tal y como indican los sondeos a pie de calle.
No parece tan normalizado en Estados Unidos. Allí, aparte de los ciudadanos dispuestos a encerrarse bajo tierra y sobrevivir a base de conservas contra causas tan improbables como un aterrizaje marciano o un desastre natural que convierta el espacio en un escenario como el que plantea el novelista Corman McCarthy en La Carretera, se anunció hace tres años la construcción de un complejo para evitar el contacto con la superficie.
El proyecto, llamado Survival Condo (algo así como Condominio de Supervivencia), presume de estar prácticamente construido y vendido en su totalidad. La ubicación es alguna hectárea de las praderas del estado de Kansas. Plantas con habitaciones simples y dobles, cafetería, hospital, biblioteca, piscina y zona de recreo. Una especie de lujoso rascacielos dubaití, pero a la inversa. Los temerosos (y pudientes) interesados pueden adquirir cualquiera de estas viviendas por un precio que oscila entre el millón y medio y los tres millones de dólares.
“Las condiciones económicas actuales, los evidentes desastres ecológicos y los síntomas obvios del cambio climático nos hacen pensar que es prudente tener un plan contra catástrofes”, esgrimen en su página web, “no para los ‘chiflados por la supervivencia’ de las películas sino para aquellos que quieran protegerse a sí mismos y sus familias”. Si estás entre los aludidos, ya tienes una posible solución. Si no, lo mejor es dejar de lado el miedo irracional y atarte a la vida con Pelayo.