Los problemas de rodilla representan el 20 % de las lesiones más habituales en el ámbito deportivo. Además, el desgaste de rodilla es un problema de salud pública que afecta ya a un 30 % de las personas de más de 40 años. Abordar estas molestias en sus fases iniciales puede evitar complicaciones que, en casos graves, requieren de cirugía.
La Sociedad Española de Reumatología lleva años poniendo el foco en las lesiones de rodilla. No en vano, alrededor de 242 millones de personas en todo el mundo padecen problemas relacionados con esta articulación. El dolor en la rodilla al correr (síndrome de dolor patelofemoral) es uno de los primeros síntomas de que algo no va bien.
¿Por qué se produce el dolor en la rodilla al correr?
Existen muchos tipos de lesiones de rodilla, casi todas ellas relacionadas con el desgaste de la articulación, el sobrepeso o las lesiones por impacto. En el caso concreto del dolor de la rodilla al correr, estas molestias también pueden tener su origen en el uso del calzado inadecuado, la sobretensión en los músculos isquiotibiales, los movimientos incorrectos al correr o las anomalías en la alineación de ciertos huesos.
Los síntomas comunes de la rodilla del corredor se manifiestan como sensibilidad en la rótula al contacto, molestias encima de la rótula o en la parte trasera y dificultades de movilidad tras permanecer mucho tiempo con las rodillas flexionadas. En fases iniciales suele presentarse como un dolor sordo y puntual pero, si no se trata adecuadamente, puede convertirse en un dolor más intenso que empeorará con el tiempo.
Para evitarlo, es fundamental calentar las articulaciones antes del ejercicio, elegir un calzado con la amortiguación adecuada, corregir la postura al correr (espalda recta, hombros relajados y mirada hacia delante) y fortalecer los músculos que rodean la rodilla con ejercicios aislados (subir y bajar escalones, entrenamiento en máquinas elípticas, sentadillas ligeras…).
Cómo abordar las lesiones de rodilla más comunes
El dolor en la rodilla al correr puede ser tratado en casa cuando se trata de molestias leves y esporádicas:
- Reposo, practicando a ritmo suave deportes como la natación o el ciclismo.
- Aplicación de hielo varias veces al día en la rodilla afectada para reducir la inflamación.
- Elevación de la pierna mientras se está sentado o tumbado, reduciendo así la presión sobre la rodilla.
- Estiramientos de los cuádriceps y de los músculos isquiotibiales para que no tiren en exceso de las rótulas.
En cualquier caso, frente a la sospecha de lesiones en la rodilla que aún no han sido diagnosticadas, lo más recomendable es evitar los ejercicios que produzcan una sobrecarga en la articulación (sentadillas, saltar a la comba, ejercicios con demasiado peso…) y consultarlo cuanto antes con un especialista. Los seguros de salud ofrecen la cobertura asistencial necesaria para que un profesional diagnostique el origen del problema y ponga en marcha el tratamiento más adecuado.